Todo fue hace miles de años en un
extraño bosque, donde vivía una tribu. Todos sus miembros tenían algo especial
y único: sus pupilas no tenían color. Pero para ellos era algo completamente
normal y no les importaba tener los ojos así. Ellos vivían en armonía y paz y
nunca tenían problemas, excepto por el clima y el horrible tiempo que hacía
casi siempre. Un día uno de ellos tuvo
el presentimiento de que se acercaba una horrible tormenta, por eso toda la
tribu se preparaba para enfrentarse a ella. Un grupo hizo un gran agujero bajo
tierra, otros se metieron bajo el agua y otros construyeron una especie de
fortaleza en pleno bosque, donde estaban todos los matorrales y los árboles: lo
llamaban el paraíso verde.
Pero no todos creyeron a ese
vidente que anticipó la tormenta, por
eso unos decidieron no hacer nada. Estaban bastante tranquilos. Pero el vidente
tuvo razón. La tormenta se aproximó y toda la tribu se tuvo que proteger
durante muchos días. Después que pasó la catástrofe todo el poblado estaba destrozado,
pero lo bueno es que todos habían sobrevivido. Salieron de sus escondites y
fueron al centro del bosque, donde solían reunirse. Algo en ellos había
cambiado: sus pupilas tenían color. Los hombres se quedaron muy extrañados y
pensaron que había sido por la tormenta. Los que se habían escondido bajo
tierra tenían los ojos marrones; los que se habían resguardado bajo el agua los tenían azules y los que se
habían subido a los árboles los tenían verdes. Los que no se habían cobijado de
la tormenta habían perdido su mirada y se habían quedado ciegos.
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