Una vez que llegamos al museo, la
encargada del mismo nos hizo dejar las mochilas, paraguas, móviles… en una
taquilla y empezamos inmediatamente a ver las esculturas de la segunda planta,
escuchando las explicaciones de la profesora.
Después bajamos todos a la zona
situada en el sótano del museo, donde se encuentran los restos del antiguo
teatro romano de Córdoba. Nada más
llegar a esta zona, noté una extraña sensación, como si alguien me observara;
no quise estar más tiempo allí y subí a la recepción, de camino aproveché para
ir al baño.
Cuando quise salir de los servicios,
no pude; la puerta estaba cerrada, no podía abrirla. Estaba muy asustada y no podía contactar con
nadie…Tras un buen rato encerrada, alguien me abrió la puerta y pude escuchar
unos pasos que se alejaban rápidamente.
Me apresuré a la puerta de entrada del museo, pero no vi a nadie en la
recepción, ¡el museo estaba cerrado!
Me sentí aun más asustada cuando empecé a oír voces en la parte de
arriba del museo, en la planta donde estaban las esculturas. A pesar de que temblaba de miedo, la curiosidad
me hizo subir a la segunda planta. No
podía creer lo que estaba viendo allí arriba, todas las figuras me miraban
fijamente. Yo no daba crédito a lo que
veía y de repent la diosa Afrodita comenzó a moverse y a gesticular, pidiéndome
que me acercara a ella. Tuve el
suficiente valor para aproximarme a ella y la diosa me susurró que llevaba años
sin poder comunicarse con nadie, que era un auténtico placer tenerme allí, pero
que debía guardar para mí este gran secreto.
Me quedé junto a Afrodita toda la
noche, la sensación de pánico que sentía al principio, fue desapareciendo a
medida que comenzábamos a hablar. Esa
noche aprendí multitud de cosas sobre la antigua Grecia. Fue una experiencia apasionante.
Cuando comenzó a amanecer, las
estatuas volvieron a sus puestos. El
museo ya estaba a punto de abrir. Yo
podía volver a casa y Afrodita
descansaría después de una noche agotadora, sabiendo que su secreto
permanecería bien guardado.
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