miércoles, 25 de enero de 2017
APARICIÓN. Esperanza Espejo Tomillo 4º ESO B
Un día cualquiera, a mediados de diciembre, fui con mis compañeros de clase a una actividad organizada por el instituto, visitamos varios museos de la ciudad, entre ellos el de Julio Romero de Torres, un pintor del que yo no había oído hablar nunca. Al entrar al Museo, la profesora nos explicó que el actual museo fue también la casa donde vivió el pintor; recorrimos las diversas salas donde pudimos contemplar numerosas obras de Julio Romero.
Yo iba distraída y tropecé con algo que había en el suelo; para no caerme, me agarré al marco de uno de los cuadros y lo tiré, era uno de los cuadros más importantes. A pesar de este lamentable incidente, continuamos la visita, y prometí a los vigilantes del museo que iría más atenta y que no volvería a ocurrir. Cuando llegamos a la segunda planta, mis compañeros y yo empezamos a reírnos de uno de los cuadros, nos parecía ridículo todo lo que representaban, aquellas imágenes de mujeres pasadas de moda y con ropajes antiguos. Me despisté un momento y me quedé sola, decidí seguir haciendo el recorrido y ver las obras por mi cuenta, después buscaría al resto del grupo.
Continué andando y oí un ruido de pasos a mi espalda, pensé que eran mis amigos que me buscaban. Me di la vuelta, y ahí estaba, un señor alto, con bigote, de pelo moreno, vestía capa y sombrero, muy parecido a una escultura que había visto a la entrada, era él en persona, Julio Romero, Sentí miedo; no sabía qué estaba pasando, cómo era posible.
La puerta de la sala se cerró, estaba acorralada. Me miró fijamente y me dijo: “No vas a salir de aquí por despreciar mi arte, ¿quién te crees que eres? Ahora me vas a acompañar y te voy a explicar el secreto de cada cuadro, la historia que hay detrás de cada modelo y de cada imagen, te voy a enseñar mis pinceles, mis colores, mi trabajo”. No me salían las palabras, decidí huir, pero Julio me atrapó, me envolvió en su capa y me llevó por todo el museo, explicándome cada cuadro; al principio el miedo me paralizó, pero poco a poco la voz del artista me fue cautivando y consiguió que entendiera el significado del arte.
Cuando terminó me gritó: “¡No vuelvas nunca más si vas a burlarte! ¡Nunca vuelvas a despreciar la obra de ningún artista!”. Angustiada y desorientada, corrí buscando la salida, el suelo temblaba y me sentía cada vez más desesperada. Finalmente encontré la salida, allí en el patio de entrada estaban mis compañeros riendo y hablando, como si nada hubiera pasado.
Miré hacia atrás, todo estaba igual, parecía que no había pasado nada. Realmente todavía no sé lo que ocurrió aquel día, si fue una aparición o un sueño. ¿Imaginación, realidad, locura? Un misterio sin resolver… pero cuando vaya a algún otro museo, me lo pensaré bien antes de juzgar las obras que allí se exponen y a sus autores.
ESPERANZA ESPEJO TOMILLO 4º ESO B
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