Lluvia era una diosa de mediana altura y
cabello bastante largo. Tenía una voz grave, pero a la vez tan dulce
que conmovía a todo el que la escuchaba, hasta el punto de dormirlo.
Cada noche se subía a lo más alto del Olimpo a cantar hasta que no
quedaba nadie despierto. Por la mañana todo el mundo rebosaba
alegría y estaba bien descansado. Incluso el Sol brillaba más
cuando se había dormido con el canto de Lluvia. Con el tiempo,
Sol se acostumbró al canto de tal manera, que cuando esta no
cantaba, no podía dormir.
Un día Lluvia apareció muerta a
orillas del mar, pero nadie pudo averiguar cómo había ocurrido. Tan
triste estuvo Sol que su luz se apagó durante más de veinte días.
Sol lloró y lloró sin cesar, lo que causó el diluvio universal.
Tras todo ese tiempo sin brillar, Sol recobró su alegría y empezó
a brillar de nuevo.
Todavía, cada día que Sol se acuerda
de Lluvia, llueve intensamente sobre la Tierra.
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