No
encuentro una explicación lógica a mi fascinación por las esculturas romanas,
siempre me han atraído. Su blancura, o su
catastrófica falta de extremidades y/o cabeza me llaman la atención. Por eso me
quedo observando la escultura ‘Afrodita
agachada’ y me pregunto cómo debía de
ser antes de su deterioro y con qué propósito fue esculpida.
-Es
muy bonita- le digo a una compañera- ¿no crees?
Seguimos
recorriendo el museo arqueológico hasta bajar al teatro, nunca conseguí
entenderlo, no entendía donde seguían las gradas ni donde se encontraba el
escenario. Estábamos parados viendo un pequeño video dentro de este, cuando a
mis pulmones les empezó a costar respirar, y hasta la vista se me estaba nublando.
De repente sentí que mi cuerpo se caía y perdí totalmente la visión.
Me
desperté de una fuerte sacudida.
-Eh!
Levanta- oí a alguien hablar-. Perdona, pero la función ha acabado y tenemos
que desalojar-. La luz era tan cejadora que no conseguí ver bien su figura.
-No
se preocupe, ya la saco yo, viene conmigo- oí que decía una voz femenina. Poco
a poco me fui acostumbrando a la claridad y pude ver el final de una toga blanca y dorada.
-
Hola- subí la mirada con dificultad ya que aún me encontraba tumbada y pude
vislumbrar una mano tendida que me ayudó a levantarme cuando la tomé.- Soy
Afrodita- sonrió. Yú debes de ser Ester- la miré sorprendida-. Ya te he visto
antes; no te preocupes-. La miré aun extrañada.
Mire
a mí alrededor y vi un gran teatro que se encontraba como nuevo, era
impresionante. Espera- pensé- ¿Qué hacía yo en un teatro romano hablando con
Afrodita?
-¿Qué
hago yo aquí?- tuve el valor de preguntar.
-Tienes
una suerte increíble.
Tu curiosidad y admiración han gustado a los dioses y te han dado la oportunidad de poder conocer cómo era la vida en nuestra época no solo viendo lo que ha quedado, sino experimentándolo por ti misma un día, y yo tengo la suerte de poder enseñarte y conocerte.-dijo la diosa.
Tu curiosidad y admiración han gustado a los dioses y te han dado la oportunidad de poder conocer cómo era la vida en nuestra época no solo viendo lo que ha quedado, sino experimentándolo por ti misma un día, y yo tengo la suerte de poder enseñarte y conocerte.-dijo la diosa.
No
puedo creer lo que estoy viviendo y le digo que me pellizque para ver si es
real. Ella, riendo me da un leve puñetazo en el hombro y hace que me dé cuenta
de que esto está pasando de verdad. Le digo sin dudar que me enseñe todo lo que
pueda. Esta me lleva en un paseo por Corduba y me explica sus costumbres, su
religión, su vida cotidiana…Me lleva al templo y por fin puedo verlo
policromado y con todas sus columnas. Puedo ver el puente romano siendo cruzado
por mercaderes y carros, y el foro lleno
de gente hablando y jugando a los dados.
-El
viaje se está acabando Ester, pero espero que vuelvas a visitarme pronto al
museo. Ojalá pueda enseñarte más villas romanas, estoy segura de que te encantarían.
Asiento
con la cabeza con una sonrisa.
-Muchas
gracias a ti, Afrodita, y a quien me haya dado la oportunidad de haberte
conocido- digo y esta me sonríe y se despide con la mano.
Otros
toquecitos en el hombro me sacuden en el sitio.
-Venga
Ester, que ya nos tenemos que ir-. Me dice mi compañera cogiéndome del brazo.
Sonrío
por lo experimentado y mientras subo las escaleras para salir del teatro. Echo
un vistazo atrás pudiendo ver su organización mucho más clara. Cuando ya estoy
en la planta alta le doy una última ojeada a Afrodita y la veo guiñándome un
ojo. Me río para mí misma y veo a mi compañera mirándome extrañada.
-Nunca
se lo contaré a nadie - pienso- ya que nadie se creería lo que acaba de pasar.
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