
Yo iba distraída y tropecé con algo que había en el suelo; para no caerme, me agarré al marco de uno de los cuadros y lo tiré, era uno de los cuadros más importantes. A pesar de este lamentable incidente, continuamos la visita, y prometí a los vigilantes del museo que iría más atenta y que no volvería a ocurrir. Cuando llegamos a la segunda planta, mis compañeros y yo empezamos a reírnos de uno de los cuadros, nos parecía ridículo todo lo que representaban, aquellas imágenes de mujeres pasadas de moda y con ropajes antiguos. Me despisté un momento y me quedé sola, decidí seguir haciendo el recorrido y ver las obras por mi cuenta, después buscaría al resto del grupo.
Continué andando y oí un ruido de pasos a mi espalda, pensé que eran mis amigos que me buscaban. Me di la vuelta, y ahí estaba, un señor alto, con bigote, de pelo moreno, vestía capa y sombrero, muy parecido a una escultura que había visto a la entrada, era él en persona, Julio Romero, Sentí miedo; no sabía qué estaba pasando, cómo era posible.
La puerta de la sala se cerró, estaba acorralada. Me miró fijamente y me dijo: “No vas a salir de aquí por despreciar mi arte, ¿quién te crees que eres? Ahora me vas a acompañar y te voy a explicar el secreto de cada cuadro, la historia que hay detrás de cada modelo y de cada imagen, te voy a enseñar mis pinceles, mis colores, mi trabajo”. No me salían las palabras, decidí huir, pero Julio me atrapó, me envolvió en su capa y me llevó por todo el museo, explicándome cada cuadro; al principio el miedo me paralizó, pero poco a poco la voz del artista me fue cautivando y consiguió que entendiera el significado del arte.
Cuando terminó me gritó: “¡No vuelvas nunca más si vas a burlarte! ¡Nunca vuelvas a despreciar la obra de ningún artista!”. Angustiada y desorientada, corrí buscando la salida, el suelo temblaba y me sentía cada vez más desesperada. Finalmente encontré la salida, allí en el patio de entrada estaban mis compañeros riendo y hablando, como si nada hubiera pasado.
Miré hacia atrás, todo estaba igual, parecía que no había pasado nada. Realmente todavía no sé lo que ocurrió aquel día, si fue una aparición o un sueño. ¿Imaginación, realidad, locura? Un misterio sin resolver… pero cuando vaya a algún otro museo, me lo pensaré bien antes de juzgar las obras que allí se exponen y a sus autores.
ESPERANZA ESPEJO TOMILLO 4º ESO B